martes, 25 de septiembre de 2007

…“Me expliqué también la extraña impresión que sentía de estar de más,
de ser un poco intruso”…

Albert Camus.
El extranjero.



Anisocitosis y microcitosis.
“Anemia”, diagnosticó mi médico. “Evidentemente el motivo es genético, lo habrás heredado de tus padres”, prosiguió. Desconcertada y desencontrada solo alcancé a responder:-“ha de ser así”-
Sin embargo, bien yo sé que ni mi madre ni mi padre padecen ese mal.

Tan siquiera por el día de hoy voy a estar viviendo, habitando, sintiendo en la piel de aquél joven que ya no duerme en paz, aquella mujer que busca la verdad, esos niños con cuerpo de grandes que buscan a sus padres. Desesperación, vacío, incertidumbre, eterna agonía de la razón.
Es que todos alguna vez hemos sido extranjeros en nuestra propia vida, las dudas nos rodean, a veces somos extraños de nosotros mismos. Y es que a veces, creo que sólo se puede revivir lo enterrado a través de los ojos del que sufre eternamente, sólo invirtiendo los roles, reviviendo los pasos uno puede acercarse a la indeseada vivencia de muchos.
Fue así como un jueves 14 de septiembre de 2006 llegué, por mis propios medios, a Av. del Libertador 8209. Alto edificio arquitectónico, chata y vacía edificación moral. Esma, Escuela de Mecánica de la Armada. Diecisiete hectáreas de paradójica ironía. Entre verdes de pasto, senderos de cemento conducen a la muerte.
Cara: Diecisiete hectáreas en la que funcionaban instituciones de la Marina.
Contracara: Diecisiete hectáreas en la que funcionó uno de los centros más grandes de detención y exterminio en Sudamérica.
Las dos caras de una misma moneda.
Tan lejos y tan cerca en tiempo, 1976. Treinta años están pasando desde que estalló el Golpe Militar. Hoy, 2006, entre fútbol y tenis por un lado, como en aquél entonces, y finalmente una condena a reclusión perpetua por “Genocidio” a Miguel Etchecolatz, ex Director General de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, enjuiciado por los crímenes acontecidos en la Dictadura. Esta condena, que trae la figura del genocidio, pinta con un toque realista las torturas realizadas en estos años.
Ubicados ya en la escena actual, ingresamos a la ESMA: "Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos", desde el 2004, resultado de un Acuerdo firmado entre la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la Subsecretaría de Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Un guía nos espera, y nos da la bienvenida diciendo que por aquél centro pasaron alrededor de cinco mil personas, algunas pudieron escapar y otras quedaron intactas en la juventud sin recibir el paso de los años, intactas en la muerte.
A primera vista, dentro del predio, sobresale un pesado vallado que impide el contacto con el sector que aun no fue entregado. En este, militares circulan y desempeñan algunas tareas. Este vallado no parece solo separar, delimitar, sino expresar, demostrar, gritar la disconformidad de que deban convivir museo, militares activos y memoria. Nuestra guía nos comenta que esperan que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires entregue en el futuro lo que resta del predio.
El ingreso a la ESMA fue con ansias y un dejo de tranquilidad, una tranquilidad psicológica por saber que el peligro no está ahora allí dentro. Por la misma puerta en que ingresaban los autos de la desaparición, accedimos al predio. Sorprende escuchar que en ESMA los pájaros cantan, las flores tienen capacidad de florecer. En el medio de tanta vida, tanta muerte.
Cerca de la entrada, una garita donde frenaban los autos que ingresaban, y que, luego de que se dijera una contraseña a la guardia de seguridad, permitían que el auto avanzara. Sobrevivientes han dicho que una vez descubierta la contraseña, el auto avanzaba y pasaba por encima de una cadena extendida en el suelo. Aun hoy se mantiene la marca en el asfalto del peso de la misma.
Siguiendo por el camino, se observa el edificio donde funcionaba la enfermería, destino de muchos de los detenidos. El motivo del paso por la enfermería iba desde lo burlesco hasta lo necesario. Burlesco fue llevar encapuchados y atados a los detenidos para realizarles tratamientos de ortodoncia, cuidarles la boca. Así también llevaban a algunas mujeres embarazadas que requerían asistencia.
¿Cómo alguien puede someter a una persona que está acercándose a una muerte desgraciada a mantenerle la dentadura, y brindarle cuidados como si algo de ellos les importara? Tal vez fue solo la perversión llevada al extremo, los límites son hoy. ¿Cómo caminar, pretender que la vida late cuando el miedo, el temor paraliza y condiciona los caminos?




…”Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos. Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa revela insensibilidad. El que ríe es que no ha oído aún la noticia terrible, aún no le ha llegado. ¡Qué tiempos éstos en que hablar sobre árboles es casi un crimen porque supone callar sobre tantas alevosías! Ese hombre que va tranquilamente por la calle ¿lo encontrarán sus amigos cuando lo necesiten?”...

Bertolt Brecht.
“A los hombre futuros, de Poesías escritas durante el exilio”





Sin embargo, se sigue marchando y ESMA sigue en la inmensidad. Por la parte de atrás, se encuentra la superficie donde estacionaban los autos y camionetas que ingresaban al Casino de Oficiales. Llama poderosamente la atención que esta construcción destructiva se ubique en una zona urbana. Linda con el Raggio, colegio técnico, la avenida del Libertador, la autopista Lugones, las vías del tren. Cuesta imaginar que a metros de la muerte, todos los días asistían chicos a clase. Contraposición de la vida y la muerte. No sucede lo mismo que en Auschwitz, campo de concentración de los judíos, que se encontraba alejado de la población, ya que no era práctica de los campos de concentración, la urbanidad.
Y así llegamos, a la puerta del Casino de Oficiales, emblemático lugar donde inexplicablemente convivían los militares y los detenidos…algo así como la fiesta de la muerte y la tortura, ante los ojos de los genocidas.


Ni antes ni después
abstenerse y orar
contando los números debajo de la noche
de los pasillos de las conversaciones de la
/superficie.

“Bla”, Bárbara Belloc.




















CASINO DE OFICIALES.


Aunque sea el sol el que ilumine mi visita, nada llega a dar calor a estas heladas paredes que constituyen el edificio. Al estar allí, es inevitable que uno intente percibir sonidos, olores, objetos, vacíos. Como si nuestros sentidos pidieran a gritos salir de nuestros cuerpos, y llegar a descubrir el enigma. Es que tener sed y hambre de verdad, justicia, encuentros, es algo más que un combustible necesario para seguir viviendo en la incertidumbre. La búsqueda, el camino sin flechas, como expresaba Julio Cortázar, poder volver a jugar y pasar de la tierra al cielo, como en la Rayuela.


Ya en la puerta del Casino, el edificio destinado al Grupo de Tareas, el mismo que encaminaba las tareas de secuestro. Tres pisos, un sótano y un gran altillo. En estos dos últimos y en el tercer piso estaban alojados los detenidos.
A uno de los lados se encontraba la casa del Almirante, en ese entonces Raúl Jacinto Chamorro. Evidentemente en un mismo edificio convivían tanto los oficiales como los detenidos. En los mismos cimientos que sostenían la diversión de oficiales en la barra del bar que se encontraba dentro de este, con tiempos de juego, también se escondían a los detenidos.
Uno de los salones era el "Dorado", ubicado en la planta baja. En el mismo, se encontraban las dependencias donde funcionaba el servicio de "Inteligencia". Allí se realizaba la planificación de las operaciones.
No puedo proseguir con la descripción del lugar, sin antes decir que el mismo recibió determinadas reformas, tanto en el año 1977 como en el año 1978. Las mismas no fueron circunstanciales, sino que se debieron a la visita al lugar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979. Reformando distribuciones de las habitaciones, moviendo las cosas del lugar se pretendía que solas las paredes pudieran desmentir los testimonios de algunos sobrevivientes. Así, por ejemplo donde se encontraba una escalera que conducía al sótano, se cerró el ingreso y un mueble se encargó de disimular las modificaciones. Planificaban que los testimonios no concordaran con la nueva realidad.
Prefiero detenerme tan solo por un instante en la descripción, desde ya que sin dejar de observar el lugar para reconocer la importancia de los “testimonios”. Si en un rapto de imaginación, nos transportamos a la conciencia del testigo, seguramente exalta la profunda necesidad de “hablar”, de dar a conocer, de informar, de gritar…de testimoniar, tan solo por el hecho de haber estado presente donde nadie quiso estar, por estar escuchando lo que nadie esperaba oír, por ver pasar la muerte y el dolor y que tan solo el azar le permitiera escapar. Es que a veces, algo tan abstracto como el azar es lo que determina a uno en el destino, lo que hace que a uno lo larguen o lo manden a matar. La problemática del testigo es lo que nos lleva a descubrir la verdad. “Verdad” de lo afirmado, dependiendo de las vivencias y supervivencias, recolección de percepciones. Y así, poder llegar al testimonio como fuente de autoridad, de validación de una expresión intersubjetiva. Y la importancia: que puedan ser reconocidas como válidas por los espectadores, que el relato de los hechos se corresponda con la realidad, como una cadena que anuda todos los pasos, todas las lágrimas, todos los disparos, todos los cuerpos al mar …“que de la nada salga un todo y no termine sin más en la nada”.

Sin perderme de mi recorrido, el comedor de oficiales se presente por sí mismo. Amplió salón, hoy con el silencio del vacío. Allí una barra que seguramente ha de haber invitado a los oficiales deseosos de distracción y entretenimiento. ¡Indignación ante la incomprensión! ¡¿En qué estadío fueron tallados los seres humanos unos tan distintos a otros?! ¿Cómo la conciencia era muda para aquellos que luego de pasar un día de “traslados”, ahogaban su rutina en un cocktail de genocidios? ¿Represión externa comandada por una represión interna? Difícil comprender como en un mismo espacio puede convivir una comida y saborearla con las manos tan sucias, con el ser tan negro. Un ser tan “Negro”. Un ser “demoníaco” como expresara Rudiger Safranski, respecto a Hitler. Poderes demoníacos del que brotaba una fuerza enorme, del que las masas se sentían atraídas.

…“toda existencia es lucha y brota de la lucha. En una gradación progresiva se concede la victoria al poderoso, y con los vasallos subyugados aumenta su fuerza”…

Rudiger Safranski.
“El mal o El drama de la libertad”


En todo proceso demoníaco, dictatorial, más allá del poder irracional que se ejerce en virtud de la tortura, se trae aparejado un correlato de pasividad. No es sólo uno el que imparte las reglas, sino todo un ejército que acata y actúa conforme le indican, o hasta quizás también conforme lo desean. Y no solo en el ejercito de vasallos se legitima el poder del mal, sino en los que ven sin mirar, en los que oyen sin escuchar, en los que garabatean ideas en la mente sin pensar. En la sociedad que frente a un televisor se hipnotiza ante un mundial, queriendo enterrar la pesadilla, en la sociedad que no se siente parte si no la tocan, en los seres que están mirando desde la cima de la montaña sin permitirse tan siquiera en pensamiento bajar a conversar, a investigar la realidad. Y es que de este modo, se es un poco parte de lo que pasa y se deja pasar. Acción y Reacción…ausente.
Aun sigo caminando, este lugar devela rincones que una pensó no iba a conocer. También se encuentran el salón de conferencias y la sala de reuniones. Un pasillo nos conduce al “ala de los Jorges”, conocida con este nombre por encontrarse allí las habitaciones de los miembros del grupo de tareas, como por ejemplo: Jorge Vildoza, Jorge Acosta, Jorge Radice. Hoy las paredes intactas y descoloridas, como no podía ser de otra manera.
Escalera. Si se desciende conduce al sótano. Si te empujan, caes al sótano.
Allí eran llevados los detenidos recién ingresados, el primer paso en la obtención de datos. Al fondo del sótano, las piezas para tortura Nº 12, 13 y 14, luego estaban la enfermería, el dormitorio de los guardias y junto a éstos el baño. Para la ventilación había pequeños ventiluces que daban al patio, ubicados a 20 cm del nivel de tierra También, el laboratorio fotográfico, el centro de creación de documentos falsos como pasaportes, DNI para que los oficiales pudieran circular con mayor tranquilidad. .
Ni bien eran llevados al sótano, camino a las piezas de tortura, llegando al pasadizo que dio en llamarse “avenida de la alegría”, irónicamente por los oficiales, sobrevivientes reconocen haber golpeado su cabeza encapuchada con una pared muy baja. La misma que se encuentra hoy allí. Una cruel bienvenida para los recién llegados…poder infame.
Así también, cuando eran llevados hacia la puerta de “traslado”, se usaba inyectarlos con fuertes drogas logrando que cayeran prácticamente desmayados para llevarlos y colocarlos en aviones para emprender un viaje eterno. Muchas son las voces que cuentan haber visto por las noches como caían de los aviones los cuerpos al mar. Y es que los desaparecidos no pueden desaparecer…al menos en la memoria.
Escalera. ¿Cuántas veces habrás contado los escalones que conducían a “Capucha” o a “Capuchita”? Pero antes del altillo, primer y segundo piso de alrededor cuarenta habitaciones de oficiales. Un hall central donde la guía menciona que en algunas ocasiones se realizaban misas y hasta formaban parte de ellas los detenidos. En este mismo hall también les hacían ver películas relacionadas con la muerte, como si fueran amenazas de lo que podía pasar.
Y estando allí las preguntas fluyen solas… ¿qué pasó en este infierno luego del juicio a las juntas, hasta que fue entregado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, para convertirse en Museo?
Otra escalera, y llegamos a “Capucha”. El frío se siente verdaderamente al ver la oscuridad, el silencio, la lejanía del altillo. Estar parada frente a las habitaciones de las mujeres embarazadas, porque recordemos que, la ESMA se caracterizó por ser un centro de detención donde estaban las embarazadas y hasta incluso traían detenidas mujeres embarazadas de otros centros clandestinos para que den a luz o ser atendidas.
Prácticamente sin palabras ante tanta desnudez. Desalojadas las paredes, se puede ver cómo se distribuían los pequeños compartimentos donde pasaban sus días y noches los detenidos, encapuchados, engrillados, amordazados, apenas con la posibilidad de ir una vez por día al baño, y recibir un mate cocido con pan. ¿Qué penosa sensación puede uno sentir allí dentro? Estar, tratar de sobrevivir para morir…algo así como próximo a la locura.


…”En este momento me interesa escapar del engranaje, saber si lo inevitable puede tener salida. Me han cambiado de celda. Desde ésta, cuando me tiendo, veo el cielo, y no veo más que el cielo. Todos los días transcurren mirando en su rostro el declinar de los colores que llevan del día a la noche. Acostado, pongo las manos debajo de la cabeza y espero. No sé cuántas veces me he preguntado si habrá ejemplos de condenados a muerte que se hayan librado del engranaje implacable, desaparecido antes de la ejecución, roto el cordón de los agentes. Me he reprochado ahora el no haber prestado suficiente atención a los relatos de ejecuciones. Uno siempre debería de interesarse por estos temas. No se sabe nunca lo que puede ocurrir. Como todo el mundo, yo había leído informaciones en los periódicos.
Lo que interesa es la posibilidad de evasión, un salto fuera del rito implacable, una loca carrera que ofrece todas las posibilidades de esperanza. Naturalmente, la esperanza consistía en ser abatido de un balazo en la esquina de una calle, en plena carrera. Pero, bien considerado todo, ese lujo no me estaba permitido, todo me lo prohibía, el engranaje me enganchaba nuevamente.”…

Albert Camus. “El extranjero”

A pesar de la juventud, uno ha escuchado testimonios de personas cercanas como lejanas. Los que todos escuchamos, ante los que todos ya ni nos asombramos. Bromas, delirios que les hacían los oficiales a los detenidos. Al llegar a la ESMA una pareja de recién casados, ambos encapuchados, fueron separados para ser interrogados. El hombre, que misteriosamente había estudiado en el Liceo Naval, colegio al que había asistido Astíz también, fue interrogado. Sin embargo, ninguna información tenía. La pareja había sido sorprendida en su casa, por tener un pariente lejano que militaba por aquél entonces. A la dama recién casada le decían “quedate tranquila, total sos joven, ya vas a encontrar a otro marido”-, haciéndole creer que su marido ya había sido asesinado. Una noche pasó, la más larga de sus vidas, y los largaron en un descampado. Claro, la parejita ya no pudo recuperar la tranquilidad, fue inevitable sentir la paranoia justificada. Y como muchos, exiliados fueron. Testimonios como estos, innumerables. Todos los hemos escuchado, los hemos leído…como si hubiéramos perdido la capacidad de asombro.
“Capucha” alojaba parturientas. He aquí una entrevista a Sara Solarz de Osatinsky, publicada en el diario Clarín en el año 1998.Por considerarla de gran importancia, al transmitir en boca de quién fue parte c´mo eran los días en la ESMA, los días de noche.

Testimonio de una mujer que asistió partos en la ESMASara Solarz de Osatinsky fue secuestrada en mayo del 77
· Ayudó al nacimiento de unos quince bebésJUAN GASPARINI. Ginebra. Especial para ClarínEntre 1977 y 1978, en la espantosa rutina del centro clandestino de detención de la ESMA, se hizo costumbre que los verdugos acordaran una última voluntad a las mujeres embarazadas sentenciadas a muerte: que otra secuestrada les hiciera compañía durante el parto. Sara Solarz de Osatinsky, montonera y viuda de Marcos Osatinsky, uno de los jefes de la guerrilla peronista eliminado en 1975, asistió a unas 15 de aquellas mujeres. Luego los bebés eran dados en adopción ilegal, al tiempo que liquidaban a sus madres.Sara Osatinsky ya declaró ante la Conadep y organismos de las Naciones Unidas. También en Madrid ante el juez Baltasar Garzón, y ante la Justicia italiana en Roma. Ahora el juez Adolfo Bagnasco y el fiscal Eduardo Freiler, que investigan el plan criminal de las Fuerzas Armadas para adueñarse de menores, viajarán en los próximos días a Suiza para recoger, entre otros, su testimonio. Clarín lo adelanta en esta entrevista exclusiva, realizada en Ginebra, donde ella reside desde 1979, poco después que la liberaran de la ESMA. -¿Cuándo y quiénes la secuestraron?-Me secuestraron el 14 de mayo de 1977 en una parada de colectivos de Bruix y Directorio, en Capital Federal. El oficial de Armada, Jorge Rádice, me abrió una herida en la cabeza con una llave inglesa y varios más se me tiraron encima inmovilizándome. Entre ellos estaban Alfredo Astiz, el policía Juan Carlos Linares y Gonzalo Sánchez de la Prefectura Naval. Me desperté en la ESMA. De los interrogatorios con picana eléctrica se encargaron el capitán de corbeta Jorge Acosta y el teniente de navío Antonio Pernías. El suboficial Víctor Cardó me ató desnuda a una cama metálica. Durante la tortura entraron a ver el contralmirante Rubén Chamorro, de uniforme blanco, y el capitán de fragata Jorge Vildoza. Un médico cordobés especialista en piel al que llamaban Tomy, que resultó ser Alberto Arias Duval, me auscultaba y les decía si podían seguir picaneándome o debían parar y darme un respiro para que no me les muriera.-¿Cómo se vinculó con el drama de las embarazadas?-Un día, estando encadenada y encapuchada, comencé a hablar con una vecina que estaba al costado mío, María Hilda Perez de Donda, de la que supe mucho después que era cuñada de un oficial de la Armada. Estaba embarazada y me contó que la había secuestrado la Aeronáutica. Comíamos un sándwich naval por día, de pan con carne. Hilda, como embarazada tenía derecho a dos frutas, y me daba una. En el correr del tiempo identifiqué a dos embarazadas más: Ana de Castro, secuestrada por el Ejército, y María del Carmen Moyano de Poblete, a la que trajeron de Córdoba, ambas para que dieran a luz en la ESMA. Juntaban a varias embarazadas en un piecita de paredes de cartón prensado, los camarotes. Las llevaban a la mañana y las dejaban hasta la noche. Allí podían estar sentadas, sin la capucha, y las dejaban ocuparse un poco de ellas, arreglarse alguna ropa, planchar, coser. Al llegar la hora de parir, Ana de Castro les pidió que me dejaran estar con ella. Vino un guardia y me hizo bajar del tercer piso, llevándome a la enfermería que había en el sótano, al lado de las salas de tortura. Ese fue el primer parto que presencié. Ana y María del Carmen tuvieron sus hijos con una diferencia de pocos días y estuve en los dos nacimientos. Ana gritaba durante el parto que me sacaran los grilletes porque no soportaba el ruido de mis cadenas. Yo la tenía de la mano y le daba ánimo. Tenía los pechos destrozados por la picana. Cuando la criatura nació, Ana estaba desesperada por saber si era normal, si tenía todos los dedos, los ojos, la nariz. Creía que al bebé lo habían deformado con la tortura o que no sobreviviría. El médico fue Tomy.-¿Tomy fue el único medico naval que vio?-Tomy estuvo en los primeros partos, pero el que se ocupó en la mayoría fue el doctor Jorge Luis Magnacco. Chamorro pasaba seguido y preguntaba si hacía falta algo. Decía que aquello era su pequeña maternidad Sardá. Astiz iba a esa pieza, y, por supuesto, el prefecto Héctor Antonio Febres, responsable de esos casos, que organizaba todo, la entrega de los bebés, el traslado de las madres.-¿Quiénes eran esas mujeres y cómo se producía la separación con los hijos?-Casi todas eran militantes políticas que resistían a la dictadura. Les dejaban el bebé una semana o, a lo sumo, quince días. A todas les hacían identificar al familiar que querían se entregara el niño.-¿Recuerda a otras embarazadas?-A María José Rapela de Magnone, Patricia Julia Rosinblit, Mirta Alonso de Hueravillo, Susana Leonor Siver de Reinhold, Graciela Tauro de Roschistein, Cecilia Viñás, Cristina Greco, Patricia Mancuzo, Miryam Ovando y Alicia Alfonsín de Cabandie. Febres disponía de todo después que nacían los chicos. Debe tener la lista de los apropiadores de menores y sabrá lo que pasó con las mujeres. Caminando por el altillo, hoy se pueden visualizar testimonios de sobrevivientes, que plasman sangrientamente las experiencias vividas.
…“las primeras sensaciones que percibí en este lugar fueron el hedor, los quejidos y llantos de dolor, los gritos de angustia de los que se encontraban allí secuestrados”…
Andrés Castillo. 1982.
¿Cómo legitimar tanta barbarie institucionalizada?
Como expresaba Max Weber:… “la convicción ideológica que acompaña a una causa polítca no siempre se equilibra con la necesaria responsabilidad institucional”…
Es así como la estática de la justicia a veces solo observa como las “personas”, porque insisto, detrás de cada historia, de cada búsqueda, hay lágrimas de “personas”. Y a veces, cuando analiza los discursos políticos, parece que se dirigieran a la sociedad como valor abstracto, y despersonalizado y no como personas completamente desprotegidas y desamparadas.
Poco queda para el recorrido de la pesadilla. Mucho queda por saber. Está en los que estamos seguir preguntándonos y no olvidar.
Antes de subir la escalera, aun queda por conocer a “el pañol”. Este, era el depósito del producto del saqueo de las viviendas de los secuestrados. Se encontraba allí, hasta fines de 1977, una cantidad impresionante de mobiliario, utensilios, ropa, etc. Incluso hasta se levantó una inmobiliaria en el barrio de Belgrano, para poder comerciar con los inmuebles que habían en su poder.
En una parte de lo que fue el "Pañol", el ala más norte del altillo, fue construida a fines del año 1977 "La Pecera".- Era un serie de pequeñas oficinas, unidas por un pasillo central al que se accedía por una puerta controlada por un guardia que portaba un registro de entradas y salidas. Allí permanecían una parte del día algunos prisioneros. Trasladaron desde el sótano el archivo de prensa y la biblioteca un circuito cerrado de televisión que permitía ver desde las oficinas de la planta baja, y así tener bajo control todos los movimientos.

…“El condenado estaba obligado a colaborar moralmente.
Por su propio interés todo debía marchar
sin tropiezos”…
Albert Camus.
Escalera. “Capuchita”. Angosta escalera que conduce a la tortura.
Capuchita es un altillo pequeño. Capuchita está en la cima. Capuchita, probablemente conduce a algún cielo. Capuchito huele a muerte…no se puede hacer callar los llantos de quienes estuvieron allí. Las paredes hablan, el techo agobia, el piso rojo, enfría…la atmósfera asquea.
Capuchita se permitió conjugar tortura y reclusión. En Capuchita el agua subía. O bajaba. Un tanque de agua en el medio del lugar, el mismo tanque, la misma agua que sonaba para los detenidos. Muchos de los sobrevivientes de ESMA reconocen haber estado allí porque sus oídos no olvidaron el ruido del agua que subía.
Capuchita también torturó a las monjas francesas de la Congregación de Hermanas de las Misiones Extranjeras: Renée Léonie Duquet y Alice Domon. Las mismas fueron quienes habían cuidaron al hijo discapacitado de Videla como tareas de caridad. Capuchita, también fue utilizado por los miembros del Servicio de Inteligencia Naval para torturar y mantener a sus secuestrados separados de los de la ESMA., se prestaba a la Fuerza Aérea, al Ejército y al SIN (Servicio de Inteligencia Naval) para llevar sus detenidos allí.

…”Apático caminar.
Gélidos pasos.

Inmenso era mi espacio cuando no se convertía en vacío.
Trémulos anocheceres que despertaban el agobio”…


En Capuchita termina el recorrido. En Capuchita, trato de alejarme del día en que sentí un dolor ajeno tan grande, un dolor propio por quienes fueron asesinados, angustia también por aquéllos que sobrevivieron pero viven su tormento eterno.


A ESMA llegué por mis propios medios. De ESMA, me fui por mis propios medios.
Pero hasta qué punto puede uno decir que se fue de allí. Mientras bajaba la infinidad de las escaleras del Casino, un alboroto de pensamientos peleaba en mi cabeza. Ya en la puerta del Casino, aun dentro del predio, el sol seguía brillando. Ni con un caramelo de miel podía endulzar las dudas.
ESMA, en un lugar donde la tortura protagonizó la escena, donde los cuerpos fueron cargados atravesando el campo de deportes para ya una vez allí poder ser quemados y no dejar rastros de muerte. “Hacer un asadito”, como solían decir los encargados de la tarea. Cuesta seguir escribiendo ante tanta indignación, ante tanta ira, sofoco, desesperación, impotencia…ante tanto veneno.
Logro salir físicamente, pero los pensamientos y las dudas seguirán viviendo en mí. Uno no puede divorciarse de la historia, porque la experiencia pasada es lo que uno es hoy.

“En algún momento de la vida todos vuelven a su origen. Instante imaginario que convergen en una mística perfección la vida y la muerte. Cuando los extremos de una soga que nace con la vida y termina con la muerte comienzan a atraerse y a seducirse, y captan ese instante. Ambos puntos se tocan, se gustan y se consumen. Muere. Pero si ese círculo no cierra, todo vuelve a la vida. Un nuevo plazo comienza a correr y rige la oportunidad. Un tiempo más de gracia para lograr lo que no se atrevieron a encontrar en la vida terrenal. Si la llave no se encuentra la puerta no se abre. Y si la puerta no se abre, no se ingresa a la tierra. Efímero vuelo atmosférico”…

lunes, 3 de septiembre de 2007

Los caramelos...

Cayó al vacío.
Era de color azul y quemaba. Era intenso y acariciaba. Un tenue calor que abrigaba su desdeñable tristeza.
Continuaba en su efímera tolerancia de no saber contemplar los absurdos... aun extrañaba el vino.
Enrojecido por el viento, frío, errante, tajante, único, indeseable.
Amarillo tus besos, muerde tu boca embriagada en sed eterna de no tenerme, no llegarme, no absorberme.
El deseo acecha en tu sangre. Impulsas tus pasos a su cama.
Y aunque la busques entre sabanas, dormida, eterna, dulce, virginal, no la encontrarás.
Corrió, con las manos frías, y los labios sangrando, sus piernas temblando, sus ojos llorando, su silencio gritando. Era un grito tan bello y penetrante que jamás lo olvidaré.
Liberación. El peso del agobio había escondido el sonido de su voz. Dicen, algunos afortunados dicen, que su voz era preciosa cuando se permitía saltar. Que amaba la lujuria, las sensaciones, la intensidad, la risa, la búsqueda infinita de la verdad.
Pero a veces caminaba, lento, muy lento, con la tranquilidad característica que solo te deja un orgasmo eterno de pasión prohibida. Las caricias que encienden la piel, que obligan a encender el fuego cuidando de no quemar y logran marear tu cabeza haciéndote olvidar de tu existencia. Ese llegar al punto más alto, lejano, deseado, dorado!
Sin imaginar entras en un mundo desconocido, que solo alguna vez te permitiste recorrer en sueños. Pero ahora estas despierto, sos solo vos y tu sueño.
Abre tu boca, llévate ese caramelo, no pierdas un solo detalle. Tan dulce, suave, aterciopelado, cerca está la menta... pero el chocolate que lo recubre siempre va a estar para bajar la sensación de frío en tu garganta.
Y entonces, corriste las sabanas con la pasión de siempre. Buscaste, hurgaste por las dudas de que se hubiera convertido en transparente. Tu ángel no estaba esperándote esta madrugada. Y pensaste lo de siempre, que se fue tras de otro hombre, una que la quisiera de verdad. Y con ese pensamiento tan lineal y consecuente buscaste en sus pertenencias una pista de esta infidelidad que rezaba aventura.
De bares y luces, de noches sin sombra, buscaste, y no la encontraste.
Y volviste a la cama, oliste las sabanas, besaste las baldosas y te acercaste a la ventana. Buscaste un caramelo, y no había ni uno de menta y chocolate. En ese instante pudiste comprender... te había engañado, y lo había disfrutado tanto, tanto, que por cada grito de placer lo sació con caramelos.
Mañana será otro día te dijiste en tono amigable, ese que solo tu conoces. Vendrá y me despertará con mi desayuno preferido, el perfume que me excita, la canción que despabila, pensaste. Y así te dormiste, pensando que mañana volvería, relajada, fresca, bienamada.
Sin embargo, ella había querido caramelos y no los encontró.
Qué pena, parece que algunos hombres no entienden que el agotamiento de caramelos de menta y chocolate pueden convertirse en motivo de suicidio.

Mientras tanto...



Mientras tanto...
Hoy me dejé insumir en locura
teñirme de deseo
desnudarme de tristeza
gritar el placer.
Hoy tuve un invitado a mi cama
con los ojos abiertos
intensamente abiertos
nos olvidamos de ayer.
Fría naturaleza
acuerdo prohibido
sabor inolvidable
cada centímetro de tu piel quise comer...
Ahora vuelvo a ese instante
y mi mente es pequeña
para abrazar tu espalda.
No cierro los ojos
no duermo
para no confundirme en un sueño.
En una tarde volvió
toda la pasión de un verano
se confirma que ya no estamos
pero la memoria del fuego no nos ha olvidado.

Lúgubre aprehensión.

Perdida. O tal vez un poco extraviada.
Cuando la mente se va, y las manos son solo una extensión del inconsciente ocurren estas cosas.
Yo me escapo de esa jaula de incertidumbres y el limite es solo una imagen casi inexistente.
Cara.
Cuántas manos se ven por la calle, y que pocas son las que me seducen. No hay razón válida para explicar por qué no todas son las elegidas, pero algunas manos son tan sabias... Blancas, morenas, y hasta enrojecidas. Aquéllas que tienen marquitas como arrugas, que tímidas se asoman y compiten con el tiempo. Los años aun no han encontrado la fórmula de ganarle a estas perfectas imperfecciones. Con el paso de tantos días, imposible disfrazarlos, ni mucho menos engañar a los ojos que atentas las observan. Contracara.
Cuanto que dicen las manos...
Y sin embargo, los acreedores de las caricias esperan desahuciados en el plagio de la melancolía.
No hay melodía que sacie la soledad ambigua.
En algún sitio sabía que te iba a ubicar. Gustas de la tranquilidad, pero los excesos nunca fueron buenos. Es difícil compartir, y la soledad...
la soledad agobia.
Y de repente siente como el veneno recorre sus venas. ¿Será por eso que siempre tiene frío?
La tristeza es una forma de lejanía y la risa se convierte en utopía.
Las falsas expectativas.
Cara.
Y los puentes...
Los puentes siempre llaman a cruzarlos. Algunos se ven tan sólidos, imposibles de caer y del otro lado, un destino más que deseado.
El hombre puso un pie en él, quería irse y tal vez algún día volver. Qué pequeñas son las imágenes que ilustran su concepción de la felicidad. Pisó. Pisó mas fuerte, caminó. Al fin sonrío, tanta seducción ahora tenía sentido. Contracara.
¿Cuánta seducción que ofrecen los puentes, no?
Al fin sonrió, pero el puente se cayó. El hombre jamás volvió. Sin embargo lo logró. Él ya se encontró. Estaba mucho más cerca de lo que esperaba. Tantas lunas temiendo cruzarlo... odiaba las despedidas.

Pero mi debilidad, siempre fueron las miradas. Por eso tantos ojos miro, y en muy pocos encuentro la mirada. Algunos son simplemente un elemento de visión. Qué desperdicio! Teniendo tanto campo para la imaginación, y los enigmas que se esconden tras las miradas enriquecen el alma de sublimes sensaciones. Cuanta dulzura que amarga la mirada cuando lloras. Pero purifica el ser, o al menos algo así.
En algún momento de la vida todos vuelven a su origen. Instante imaginario que convergen en una mística perfección la vida y la muerte. Cuando los extremos de una soga que nace con la vida y termina con la muerte comienzan a atraerse y a seducirse, y captan ese instante. Ambos puntos se tocan, se gustan y se consumen. Muere. Pero si ese círculo no cierra, todo vuelve a la vida. Un nuevo plazo comienza a correr y rige la oportunidad. Un tiempo más de gracia para lograr lo que no se atrevieron a encontrar en la vida terrenal. Si la llave no se encuentra la puerta no se abre. Y si la puerta no se abre, no se ingresa a la tierra. Efímero vuelo atmosférico.

En su defecto me quedaría un rato más así. Como asesinando mis palabras que se divierten en un laberinto temeroso ansiosas por salir. Cuanta locura. Por alguna puerta ha de escapar. Mejor dejo que se aleje, que cruce el puente, que encuentre unas manos suaves y fuertes y muera con la mirada antes de que se me arruguen las manos.

Ironía inteligente. No dices nada.

Luna.

Abandonó las garras.
Ya no tenía ganas de arañar: La ternura disfrazada de agresión se cruzó en su camino.
Iban por distintas veredas. Era un tanto difícil entablar una conversación de ese modo.
Así que la ternura pasó, y la doña jamás se enteró.
Sólo rasguños, y patadas

Nunca duermes como una persona normal.
Buscas el mejor rincón de la casa, el más cálido, el más mullido... y ahí te quedas mientras se invierte el reloj de arena.
Cansada, oscura, eterna...
Nadie comprende tus sentimientos, tu desconfianza, el miedo inquebrantable a enfrentar a quien no conoces.
Luna, nunca pensé que podía enamorarme de vos...
Tu mirada brillante, tu piel oscura y de angora invita a que solo yo te acaricie.
Tal vez sea la forma en que estiras tus brazos, en un movimiento firme y delicado... sensual solo como tú sabes, tan amenazante como tus uñitas largas y filosas que sueles mostrar.
Lunita...
Eres mi gata y te atreves a saltar.

Domingo.

¿Cuándo culmina este llanto?
Mareo en mi mente…angustia en mi corazón…soledades eternas, abandonos de origen.
Si nacer para alguno fue una desdicha y para otro una bendición…para mí revivir es un milagro.
La continuidad del camino, el poder seguir a tu lado, encontrar la paz en tus brazos.
A veces esta angustia me oprime, me presiona, me hunde bajo los pies de la gente que camina…y hasta a veces me pisan. Es que es tan inmenso mi llanto, tan inquebrantable mi tristeza que ni siquiera una persona soy.
Sólo un cuerpo mutante con mirada salada.

Destierro.

Destierro.


Muévanse las espigas turbias de los ojos que esconden la mirada del color.
Duérmanse los miedos que te aquejan, que te encierran en destierros impensados.
De mis soledades efímeras, de mis lágrimas sangrientas, de mis caricias de seda...
lo que quieras.
Limita la efusividad de la sonrisa con la desesperación a destiempo.
Sin invitación, sin aviso se apersonó un vestigio de destino
entremezclándose el pasado, ese presente y vaya uno a saber qué es el futuro.

Si al imprevisto sobrevivió el tiempo, cómo no iban a subsistir mis besos...
Entre el negro y el azul, tu extraviada mente buscaba la luz.
¿Dónde la salida preguntaste?
Aún así te desdoblabas por correr.
Y estás. Y a veces duele. Y a veces también aprendes a sonreír.
Y a veces te encuentro aquí, en comunión con el tiempo y la realidad,
Y otras tantas, otras tantas lunas prefieres cerrar los ojos para apaciguar tu pseudoilusión.

Arrastrando tus melancolías
por el sendero desdibujado
siempre una voz que te salva, siempre un alma que te rescata.
Y quieres reposar tu incertidumbre...y tu cuerpo pesa.
No huyas de este sol, no corras en virtud de las agujas
Solo vete por ahí, ríete de lo inentendible y quédate donde te encuentres.
Yo siempre recuerdo,
y sé que alguna vez te tuve aquí.

Círculo cromático.

Círculo Cromático.

Apático era mi caminar,
gélidos mis pasos
fructíferos mis besos.

Inmenso era mi espacio,
cuando no se convertía en vacío.
trémulos anocheceres que despertaban el agobio de mi corazón.

Esa soledad efímera
acariciaba mi alma,
ansiando el encuentro entre mi yo, Usted., y mi otro yo.

Sortilegio del destino…
.
Y hoy tus besos son mi sangre
y en tu alma juego.
el encuentro se produjo…mi dulce utopía celestial.

La poesía que merecía ser escrita...


… y al fin el viento
los amores predilectos
tan leales, tan intensos...

Arrolladora pasión
legítima copa de vino
que espera en tu mesa.

Irracionalidad de tiempo
una melodía susurra
“ya no probarás mis besos”.

Más en las noches mías, oscuras de deseo
me enveneno de tu ausencia
y tu SALTO… en sueños.